jueves, 13 de mayo de 2010

Prólogo

Muchas veces me he preguntado por qué escribo.
Y aún no sé cuál causa o motivo me impulsa con loco afán.

Pareciera que derramando tinta en un trozo de papel
puedo volcar todo mi dolor, y al fin execrarlo,
desendemoniar mi pobre alma y pensamiento;
para luego releerlo y recordar como a un viejo amigo.

Pero... ¿tiene sentido tanta pesadumbre?
¿Es propio de mi persona el querer sólo verter
lágrimas mudas transformadas en palabras?

¿O será acaso que la inmensidad de un gran vacío,
en el cual en noches de derrotas se pierde mi espíritu,
exige con mustia voz que lo llene de luz?

Sombra infinita, mil veces perseguida,
detente en un recodo de mi largo camino
y déjame por fin tener un atisbo de felicidad.

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