jueves, 13 de mayo de 2010

Eroticus...

Ven
incéndiame con tu deseo.

Acércate
con esa mirada cómplice,
tu boca ansiosa.

Desvísteme
de mis vergüenzas,
llévatelas con mi ropa.

Mientras
te arranco la tuya
descubriendo
la suavidad de tus redondeces
y lo mórbido de tu piel.

Deja que te bese
el rostro, la pulpa de tus labios,
jugar con nuestras lenguas.

Acariciar tu cuerpo,
conquistarlo palmo a palmo,
hacerme conocedor
de sus debilidades.

Deslizarme por tu cuello
lento y premeditado,
enredarme en tus senos
y erizarlos con loco afán.

Seguir hacia tu fecundo vientre
y juguetear con tu ombligo,
para al fin llegar a
la vertiente de tu humedad,
provocando y espiando
el dúo de tus gemidos y espasmos.

Volver a comenzar
esta guerra de sensaciones
para al final entrar en ti,
con ritmo in crescendo
fundir nuestras caderas,
hasta que el paroxismo
nos encumbre en la cima
de nuestro jadeante placer
y el clímax estalle
sudoroso y palpitante,
arrasando con sus temblores
la mortalidad de nuestros cuerpos.

Luego,
desnudos y llovidos
nuestros ojos nos suplicarán
repetir
la tortura de amarnos y sabernos
con esta frenética pasión.

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