domingo, 10 de abril de 2011

Los amores no correspondidos...

(Publicado originalmente en Facebook el miércoles, 25 de marzo de 2009 a las 1:18)

A muchos nos ha pasado. Cuando adolescentes es típico enamorarse de una persona que nos da clases, o de un(a) vecino(a), aún a sabiendas de que jamás ese amor será correspondido. Y en esa etapa de nuestra vida, es rasgo común y temporal.

Pero qué ocurre cuando nos sucede ya siendo adultos? Para aquellos que nos gusta escribir poesía, pensamos que es casi el amor perfecto, ya que al no poder ser satisfecho, se convierte en fuente inagotable de inspiración. Pero debe haber un momento en el cual nos demos cuenta de la imposibilidad de realizarlo, y, por ende, dejarlo ir.

El amor unidireccional es un arma de doble filo. Por una parte nos llena de euforia, alegría y esperanza, ya que a pesar de no ser correspondido, al menos podemos sentir "algo". Se prefiere el llenar la vida con ese amor, que vernos al espejo y sertirnos vacíos, solos. Gozamos de la falsa sensación de amar como se debe amar.

Lo problemático ocurre cuando ese mismo amor se convierte en obsesión. Cuando cualquier gesto lo usamos para alimentar el fuego del mismo. Una mirada la convertimos en declaración muda, y cebamos la esperanza. Y cualquier gesto de rechazo es motivo hasta para suicidarse. Tal como señala un bloguero...

El amor unidireccional, en el que todo se envia, todo rebota, y todo te bombardea a ti mismo despues. Como un boomerang. Un boomerang de la sangre, de la muerte. Un boomerang afilado, que lanzo, y lanzo, y lanzo, y que vuelve, dios, vuelve, y vuelve, una y otra vez. Estoy ya sudando, tengo el pulso acelerado, la respiración es profunda. Hace calor. Estoy empapado en sudor. Puedo sentir como resbala por mi piel. Tengo el boomerang en la mano. Pero no puedo lanzarlo ya más. No tengo fuerzas. Tengo el brazo morado y lleno de magulladuras. Decido quitarme la camiseta. Tengo el pecho arañado, la piel desgajada, la sangre cae, mi camiseta esta empapada, acabo de darme cuenta. Me siento en el suelo, tiro el boomerang, y mientras espero a que vuelva, me siento abrazado a las rodillas, pensado en porqué lo he vuelto a lanzar, y que quizás he entrado ya en una monotonia que no tiene sentido, ¿estoy equivocado? ¿Pero Pablo, porqué coño volviste a lanzar eso? La gente de mi alrededor son como moscas a las que te tengo que ahuyentar, no pueden entenderme, no pueden consolarme, ¿porqué hay que consolarme? ¿porqué no lo puedo intentar? Me contradigo a mi mismo. Nada de lo que escribo tiene sentido, pero es que nada de lo que me pasa en la vida tiene un sentido, me decis que no entendeis lo que escribo. Yo sigo sentado abrazado a mis rodillas en la oscuridad, dejad de deslumbrarme con vuestros focos, no soy ningún loco. Tan sólo estoy enamorado, y seguiré lanzando este boomerang hasta morir desangrado.


He conocido personas que, incluso, han necesitado tratamiento médico, ya que el no poder realizar sus anhelos los conlleva a un círculo vicioso de "me quiere - no me quiere - me quiere". Pasan de una depresión total a una actividad alarmante de optimismo, tal como hace una persona bipolar. Al no poseer las herramientas adecuadas para superar ese estado, deben recurrir a la ayuda profesional.

Debemos reconocer que muchas veces ese sentimiento proviene del deseo no satisfecho, y no está sustentado sobre las bases de un amor que pueda ser duradero. Que por más que queramos, rezemos, invoquemos, soñemos, cantemos o escribamos, ese amor jamás de los jamases se realizará.

No es fácil el camino para dejarlo atrás, lo reconozco, pero encontré uno que me ha servido de mucho. Una amiga me dijo, mientras me consolaba luego de una relación fallida, que el problema no es amar. El problema es si el objeto de nuestro amor lo merece. Y esa frase me ha acompañado durante mucho tiempo, en ella encuentro refugio y sosiego para el proceso de aceptación. Así he logrado sortear en un par de ocasiones lo oscuro de un amor no correspondido. He aprendido a respetarme a mi mismo y a la persona que en ese tiempo amé. He podido disfrutar de la sensación suprema de amar, y la he dejado ir con alegría y regocijo en el corazón. La he convertido en seguridad de saber querer y en la esperanza de un amor mutuo. Amor que llegará más tarde que nunca...

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