domingo, 10 de abril de 2011

A la luz de las velas.

(Publicado originalmente en Facebook el jueves, 21 de mayo de 2009 a las 15:18)

La vida está llena de pequeños detalles. De mínimas cosas que pasan delante de nosotros y que, por su aparente insignificancia, no tomamos en cuenta. Si nos detenemos un momento, y reflexionamos sobre ellas, descubrimos que su valía no tiene comparación con su dimensión.

Tal es el caso de las velas. Quien no ha encendido alguna? No hay torta de cumpleaños que no lleve al menos una encima. Y deseamos con fervor muchas cosas mientras las soplamos.

También las usamos al fallar el servicio eléctrico en la casa. Por donde yo vivo es una constante, y hay que apertrecharse. Más de una vez nos habremos reunido a la luz de una vela para charlar. Y las personas que se criaron en sitios remotos, donde no existía o era escaso el servicio eléctrico, convivían alrededor de una vela. Las risas, las lágrimas, aquella serenata, aquel beso furtivo estuvo iluminado por una vela.

Es una muestra de nuestra fe, reflejo de nuestras creencias. Las encendemos en iglesias, al rezarle a algún santo, a la Virgen. Durante el bautizo, comunión, matrimonios. La vela es factor común en todos estos ritos. Su significancia es enorme.

Cuando un ser querido se nos va, solemos encender una en silencioso homenaje y como muestra póstuma del cariño, respeto y amor que aún sentimos por esa persona.

Y si seguimos buscando, encontraremos más ejemplos de nuestra cotidianidad que son acompañados por una vela.

Es tan enraizado el uso, que incluso la imagen de una vela se puede aplicar para aquellas personas que son especiales. Para las que nos alumbran la vida, y siembran su luz en nuestro sendero. Esas que nos dan su amor y devoción, sin pedir cambio a nada, e iluminan nuestros corazones.

Son guías a quienes recurrimos cuando las sombras nos envuelven, y a quienes extrañamos cuando su llama terrenal se extingue, convirtiéndose en una de las más brillantes estrellas del universo. Su luz es tan poderosa, que como faros nos llevan por el camino seguro a casa, espantando nuestros temores, y asegurándose de que crezcamos como seres humanos integrales. Y, a la vez, nos convirtamos en velas también.

Para todas aquellas almas que han sido, son y serán una vela en mi existir, van estas palabras. Como agradecimiento por permitirme nacer y crecer bañado por su luz.

Y lo dedico en especial, a mi abuela Carmen Teresa Colmenares, hoy cuando se celebra el quinto aniversario de su encuentro con Nuestro Señor. Y, sin embargo, su luz sigue tan radiante, tan brillante y tan amable en mi corazón!

Mi abuela, la quiero mucho, y como siempre, la bendición!!! Algún día nos volveremos a encontrar...

Carmen Teresa Colmenares 02-02-1915 - 21-05-2004

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